Capítulo XXIII
Cómo San Francisco, estando en oración,
vio al demonio entrar en un hermano
Cómo San Francisco, estando en oración,
vio al demonio entrar en un hermano
Estaba una vez San Francisco en
oración en el convento de la Porciúncula, y vio, por divina
revelación, todo el convento rodeado y asediado por los demonios como
por un grande ejército; pero ninguno de ellos lograba entrar en el
convento, porque todos aquellos hermanos eran de tanta santidad, que los
demonios no hallaban por dónde penetrar. Pero ellos perseveraban en su
empeño; y he aquí que uno de los hermanos tuvo un enfado con
otro, y andaba maquinando cómo poder acusarlo y vengarse de él. Y
este mal pensamiento fue la brecha que vio abierta el demonio; así pudo
penetrar en el convento y fue a ponerse en el cuello de aquel hermano.
El pastor amante y solícito, que
velaba de continuo sobre su grey, viendo que el lobo había entrado para
devorar su ovejita, hizo llamar en seguida a aquel hermano y le ordenó
que descubriera allí mismo el veneno del odio que había concebido
contra el prójimo, y que le había hecho caer en las manos del
enemigo.
Quedó él espantado al verse
conocido por el Padre santo, declaró todo el veneno de su rencor,
reconoció su culpa y pidió humildemente penitencia y
misericordia. Hecho esto, una vez que él fue absuelto del pecado y
recibió la penitencia, inmediatamente huyó el demonio ante San
Francisco. El hermano, librado así de las manos de la bestia cruel por
la bondad del buen pastor, dio gracias a Dios y, volviendo corregido y
amaestrado a la grey del santo pastor, vivió en adelante en grande
santidad.
En alabanza de Cristo. Amén.
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