jueves, 1 de noviembre de 2012

Cómo San Francisco domesticó unas tórtolas silvestres.


Capítulo XXII
Cómo San Francisco domesticó unas tórtolas silvestres
Cierto muchacho había apresado un día muchas tórtolas y las llevaba a vender. Encontróse con él San Francisco, que sentía especial ternura por los animales mansos (6), y, mirando las tórtolas con ojos compasivos, dijo al muchacho:
-- ¡Oye, buen muchacho; dame, por favor, esas aves tan inocentes, que en la Sagrada Escritura representan a las almas castas, humildes y fieles, para que no vengan a parar en manos crueles que les den muerte!
El muchacho, impulsado por Dios, le dio al punto todas a San Francisco, y él las recibió en el seno y comenzó a hablar con ellas dulcemente:
-- ¡Oh hermanas mías tórtolas, sencillas, inocentes y castas! ¿Por qué os habéis dejado coger? Yo quiero ahora libraros de la muerte, y os haré nidos para que os multipliquéis y deis fruto, conforme al mandato de vuestro Creador.
Y San Francisco les hizo nido a todas. Ellas se domesticaron, y comenzaron a poner huevos y a empollar a la vista de los hermanos. Y vivían y alternaban familiarmente con San Francisco y los demás hermanos como si fueran gallinas alimentadas siempre por ellos. Y no se marcharon hasta que San Francisco les dio licencia para irse con su bendición.
Al muchacho que se las había dado dijo San Francisco:
-- Hijo mío, tú llegarás a ser hermano menor en esta Orden y servirás en gracia a Jesucristo.
Y así sucedió: aquel joven se hizo religioso y vivió en la Orden con grande santidad.
En alabanza de Cristo. Amén.

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