jueves, 1 de noviembre de 2012

Cómo el hermano Maseo quiso poner a prueba la humildad de San Francisco


Capítulo X
Cómo el hermano Maseo quiso poner a prueba
la humildad de San Francisco
Se hallaba San Francisco en el lugar de la Porciúncula (6) con el hermano Maseo de Marignano, hombre de gran santidad y discreción y dotado de gracia para hablar de Dios; por ello lo amaba mucho San Francisco. Un día, al volver San Francisco del bosque, donde había ido a orar, el hermano Maseo quiso probar hasta dónde llegaba su humildad; le salió al encuentro y le dijo en tono de reproche:
-- ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti?
-- ¿Qué quieres decir con eso? -repuso San Francisco.
Y el hermano Maseo:
-- Me pregunto ¿por qué todo el mundo va detrás de ti y no parece sino que todos pugnan por verte, oírte y obedecerte? Tú no eres hermoso de cuerpo, no sobresales por la ciencia, no eres noble, y entonces, ¿por qué todo el mundo va en pos de ti?
Al oír esto, San Francisco sintió una grande alegría de espíritu, y estuvo por largo espacio vuelto el rostro al cielo y elevada la mente en Dios; después, con gran fervor de espíritu, se dirigió al hermano Maseo y le dijo:
-- ¿Quieres saber por qué a mí? ¿Quieres saber por qué a mí? ¿Quieres saber por qué a mí viene todo el mundo? Esto me viene de los ojos del Dios altísimo, que miran en todas partes a buenos y malos, y esos ojos santísimos no han visto, entre los pecadores, ninguno más vil ni más inútil, ni más grande pecador que yo. Y como no ha hallado sobre la tierra otra criatura más vil para realizar la obra maravillosa que se había propuesto, me ha escogido a mí para confundir la nobleza, la grandeza, y la fortaleza, y la belleza, y la sabiduría del mundo, a fin de que quede patente que de Él, y no de creatura alguna, proviene toda virtud y todo bien, y nadie puede gloriarse en presencia de Él, sino que quien se gloría, ha de gloriarse en el Señor (1 Cor 27-31), a quien pertenece todo honor y toda gloria por siempre.
El hermano Maseo, ante una respuesta tan humilde y dicha con tanto fervor, quedó lleno de asombro y comprobó con certeza que San Francisco estaba bien cimentado en la verdadera humildad.
En alabanza de Cristo. Amén.


* * *
1) Se trata de un calco de la bendición de Jacob a sus hijos; en especial, el gesto de cruzar las manos sobre los dos hijos de José (Gén 48,13-17). El hecho fue cierto y lo refiere Tomás de Celano (1 Cel 108), pero en un sentido exactamente contrario: Francisco cruzó las manos para poner la derecha sobre el hermano Elías, su vicario (cf. 2 Cel 216). Según LP 12 y el EP 107, Francisco habría posado la diestra sobre la cabeza del hermano Gil y habría dicho: «No es ésta la cabeza de mi hermano Bernardo».
2) La muerte del hermano Bernardo debió de ocurrir entre los años 1242 y 1246. En 1242 se hallaba en el convento de Siena.
3) Se trata de Isola Maggiore, en el lago Trasimeno. Dos capillas recuerdan el lugar donde habría desembarcado San Francisco y aquel en que pasó la cuaresma. El antiguo convento ha desaparecido.
4) La florecilla de la alegría perfecta, tan bella en su composición como evangélicamente profunda, es, en realidad, la poetización de la quinta de las Admoniciones de San Francisco: «Nadie se enorgullezca, sino gloríese en la cruz del Señor»; y responde a un tema que sale al paso reiteradamente en los escritos del Santo (1 R 14.16.17.22; 2 R 10; Adm 6.9.11-15.18; 2 Cel 145). El autor de Actus-Fioretti no ha hecho sino escenificar una anterior redacción, más breve, dada a conocer por B. Bughetti en AFH 20 (1927) pp. 85-108, y publicada por J. Cambell como supuesto fragmento de la Legenda antiqua. El dramatismo adquiere en ésta mayor fuerza, ya que el mismo Fundador, en calidad de tal y a sabiendas, es rechazado brutalmente. Cf. el texto entre los Escritos de San Francisco.
5) Era la manera evangélica de caminar Francisco y sus hermanos. Dante se hace eco, en Divina comedia (Inf. 23,1-3), del espectáculo, ya popular, de los hermanos menores «caminando de dos en dos: uno delante y otro detrás».
6) San Francisco y el primer grupo se habían establecido en la Porciúncula cuando se vieron obligados a dejar el tugurio de Rivo Torto. En torno a la capilla de Santa María de los Angeles, restaurada por el Santo, se dispusieron unos cobertizos para refugio de los hermanos. No se trataba aún de un convento, sino del centro de cita de la fraternidad; sobre todo, con ocasión de los capítulos generales, que primero se celebraron dos veces al año; después, cada año, y finalmente, cada tres años.

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