jueves, 28 de marzo de 2013

EXPOSICIÓN DEL PADRE NUESTRO [ExpPN]

 
 
1Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro.
2Que estás en el cielo: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para el conocimiento, porque tú, Señor, eres luz; inflamándolos para el amor, porque tú, Señor, eres amor; habitando en ellos y colmándolos para la bienaventuranza, porque tú, Señor, eres sumo bien, eterno bien, del cual viene todo bien, sin el cual no hay ningún bien.
3Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura (cf. Ef 3,18) de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de la majestad y la profundidad de los juicios.
4Venga a nosotros tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde la visión de ti es manifiesta, la dilección de ti perfecta, la compañía de ti bienaventurada, la fruición de ti sempiterna.
5Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27), pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo (cf. 2 Cor 6,3).
6Danos hoy nuestro pan de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo:
para memoria e inteligencia y reverencia del amor que tuvo por nosotros, y de lo que por nosotros dijo, hizo y padeció.
7Perdona nuestras ofensas: por tu misericordia inefable, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
8Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que lo perdonemos plenamente, para que, por ti, amemos verdaderamente a los enemigos, y ante ti por ellos devotamente intercedamos, no devolviendo a nadie mal por mal (1 Tes 5,15), y nos apliquemos a ser provechosos para todos en ti.
 9No nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, súbita o importuna.
10Y líbranos del mal: pasado, presente y futuro. Gloria al Padre, etc.

OFICIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR [OfP]






[Introducción]
Comienzan los salmos que dispuso nuestro muy bienaventurado padre Francisco para reverencia y memoria y alabanza de la pasión del Señor. Se ha de decir uno de ellos por cada hora del día y de la noche. Y comienzan desde las completas del Viernes Santo [que se decían al final del día del Jueves Santo], porque en aquella noche fue traicionado y apresado nuestro Señor Jesucristo.
Y adviértase que así decía el bienaventurado Francisco este oficio: primero decía la oración que el Señor y Maestro nos enseñó:
Santísimo Padre nuestro, etc., con las alabanzas, a saber: Santo, santo, santo, como se contiene más arriba. Terminadas las alabanzas con la oración, comenzaba esta antífona:
Santa Virgen María. Francisco decía en primer lugar los salmos de Santa María; después decía otros salmos que había elegido y, al final de todos esos salmos, decía los salmos de la pasión. Terminado el salmo, decía esta antífona: Santa Virgen María. Terminada la antífona, se había concluido el oficio.
 
 
Parte I
Para el triduo sacro de la semana santa y ferias del año
Completas
Antífona: Santa Virgen María
Salmo I
1Oh Dios, te conté mi vida, * y tú pusiste mis lágrimas en tu presencia (Sal 55,8b-
9).
2Todos mis enemigos tramaban males contra mí (Sal 40,8 - Salterio Romano=R), * y juntos celebraron consejo (cf. Sal 70,10c - Salterio Galicano=G).
3Y me devolvieron mal por bien, * y odio por mi amor (cf. Sal 108,5).
4En lugar de amarme, me criticaban, * pero yo oraba (Sal 108,4).
5Padre santo mío (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra, no te alejes de mí, *
porque la tribulación está cerca y no hay quien me ayude (Sal 21,12 - R).
6Retrocedan mis enemigos * el día en que te invoque; así conoceré que tú eres mi
Dios (Sal 55,10 - cf. R).
7Mis amigos y mis compañeros se acercaron y se quedaron en pie frente a mí, * y
mis allegados se quedaron lejos de pie (Sal 37,12 - R).
8Alejaste de mí a mis conocidos, * me consideraron como abominación para ellos, fui traicionado y no huía (Sal 87,9 - cf. R).
9Padre santo (Jn 17,11), no alejes tu auxilio de mí (Sal 21,20); * Dios mío, atiende a mi auxilio (cf. Sal 70,12).
10Ven en mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona:
 
1Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las
mujeres, 2hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo:
3ruega por nosotros con san Miguel arcángel y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro.- Gloria al Padre. Como era.
Adviértase que la sobredicha antífona se dice en todas las horas; y se dice en lugar de la antífona, de la capítula, del himno, del versículo y de la oración; y así se hace en maitines y en todas las horas. Ninguna otra cosa decía en ellas, sino esta antífona con sus salmos. Para terminar el oficio, el bienaventurado Francisco decía siempre:
Oración:
Bendigamos al Señor Dios vivo y verdadero: tributémosle siempre alabanza, gloria,
honor, bendición y todos los bienes. Amén. Amén. Hágase. Hágase.
Maitines
Antífona: Santa Virgen María
Salmo II
1Señor, Dios de mi salvación, * de día y de noche clamé ante ti (Sal 87,2).
2Llegue mi oración a tu presencia, * inclina tu oído a mi súplica (Sal 87,3).
3Atiende a mi alma y rescátala, * por causa de mis enemigos, líbrame (Sal 68,19).
4Porque tú eres quien me sacó (R) del vientre materno, ' mi esperanza desde los
pechos de mi madre; * desde su seno fui lanzado a ti (Sal 21,10).
5Desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios; * no te apartes de mí (Sal 21,11).
6Tú conoces mi oprobio y mi confusión * y mi vergüenza (Sal 68,20). 7En tu
presencia están todos los que me atribulan; * improperio y miseria esperó mi corazón (Sal 68,21).
8Y esperé que alguien se contristara conmigo, y no lo hubo; * y que alguien me
consolara, y no lo encontré (Sal 68,21).
9Oh Dios, los inicuos se alzaron contra mí, * y la sinagoga de los poderosos anduvo buscando mi alma; y no te pusieron a ti ante sus ojos (Sal 85,14).
 10Fui contado con los que bajan a la fosa; * llegué a ser como un hombre
sin ayuda, libre entre los muertos (Sal 87,5-6).
11Tú eres mi Padre santísimo, * Rey mío y Dios mío (Sal 43,5).
12Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).
Prima
Antífona: Santa Virgen María
Salmo III
1Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí, * porque mi alma confía en ti (Sal
56,2).
2Y esperaré a la sombra de tus alas, * hasta que pase la iniquidad (Sal 56,2).
3Clamaré al santísimo Padre mío altísimo, * al Señor, que ha sido mi bienhechor
(cf. Sal 56,3).
4Envió desde el cielo y me libró, * entregó al oprobio a los que me pisoteaban (Sal 56,4).
5Envió Dios su misericordia y su verdad; * libró mi alma (Sal 56,4-5 - R) de mis
fortísimos enemigos y de aquellos que me odiaron, porque se hicieron fuertes contra mí (Sal 17,18).
6Prepararon un lazo para mis pies, * y doblegaron mi alma (Sal 56,7).
7Cavaron ante mí una fosa, * y cayeron en ella (Sal 56,7).
8Mi corazón está preparado, oh Dios, mi corazón está preparado; * cantaré y
recitaré un salmo (Sal 56,8).
9Levántate, gloria mía, levántate, arpa y cítara; * me levantaré a la aurora (Sal 56,9).
10Te confesaré entre los pueblos, Señor, * y te recitaré un salmo entre las gentes
(Sal 56,10).
11Porque tu misericordia se ha engrandecido hasta los cielos; * y hasta las nubes,
 tu verdad (Sal 56,11).
12Álzate sobre los cielos, oh Dios; * y sobre toda la tierra, tu gloria (Sal 56,12).
Adviértase que el predicho salmo se dice siempre en prima.
Tercia
Antífona: Santa Virgen María
Salmo IV
1Ten piedad de mí, oh Dios, porque me ha pisoteado el hombre, * todo el día
hostigándome me ha atribulado (Sal 55,2).
2Mis enemigos me han pisoteado todo el día, * porque son muchos los que guerrean contra mí (Sal 55,3).
3Todos mis enemigos maquinaban males contra mí, * pronunciaron una palabra
inicua contra mí (Sal 40,8-9 - cf. R).
4Los que acechaban mi alma * celebraron consejo juntos (Sal 70,10).
5Salían fuera * y hablaban (Sal 40,7 - R) sobre eso mismo (Sal 40,8 - G).
6Todos los que me vieron se rieron de mí, * hicieron muecas y movieron la cabeza (Sal 21,8).
7Y yo soy gusano y no hombre, * oprobio de los hombres y desecho del pueblo
(Sal 21,7).
8Me he convertido en gran oprobio para mis vecinos, más que todos mis enemigos, * y en temor para mis conocidos (Sal 30,12).
9Padre santo (Jn 17,11), no alejes tu auxilio de mí, * mira por mi defensa (Sal
21,20).
10Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).
Sexta
 
Antífona: Santa Virgen María
Salmo V
1A voz en grito clamé al Señor, * a voz en grito supliqué al Señor (Sal 141,2).
2En su presencia derramo mi oración, * y ante él expongo mi tribulación (Sal 141,3).
3Cuando me va faltando el aliento, * y tú conoces mis senderos (Sal 141,4).
4En este camino por donde andaba, * los soberbios me escondieron un lazo (Sal
141,4 - cf. R).
5Yo miraba a la derecha, y veía, * y no había quien me conociese (Sal 141,5).
6No tengo adonde huir, * y no hay quien cuide de mi alma (Sal 141,5).
7Porque por ti soporté el oprobio, * la confusión cubrió mi rostro (Sal 68,8).
8Me he convertido en extraño para mis hermanos, * y en peregrino para los hijos
de mi madre (Sal 68,9).
9Padre Santo (Jn 17,11), el celo de tu casa me devoró, * y los oprobios de los que
te censuraban cayeron sobre mí (Sal 68,10).
10Y se alegraron a mi costa y se reunieron, * se acumularon sobre mí los azotes y
de improviso (Sal 34,15).
11Se multiplicaron más que los cabellos de mi cabeza * los que me odiaron sin
causa (Sal 68,5).
12Se hicieron fuertes los enemigos que me perseguían injustamente; * devolví entonces lo que no había robado (Sal 68,5).
13Levantándose testigos inicuos, * me preguntaban lo que no sabían (Sal 34,11).
14Me devolvían mal por bien (Sal 34,12) y me criticaban,
* porque seguía la bondad (Sal 37,21).
15Tú eres mi Padre santísimo, * Rey mío y Dios mío (Sal 43,5).
16Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).
 
 
Nona
Antífona: Santa Virgen María
Salmo VI
1Oh todos vosotros los que pasáis por el camino, * atended y ved si hay dolor
como mi dolor (Lam 1,12).
2Porque me rodearon perros innumerables, * me asedió el consejo de los malvados
(Sal 21,17).
3Ellos me miraron y contemplaron, * se repartieron mis vestidos y echaron a suerte mi túnica (Sal 21,18-19).
4Taladraron mis manos y mis pies, * y contaron todos mis huesos (Sal 21,17-18 -R).
5Abrieron su boca contra mí, * como león que apresa y ruge (Sal 21,14).
6Estoy derramado como el agua, * y  todos mis huesos están dislocados (Sal21,15).
7Y mi corazón se ha vuelto como cera que se derrite * en medio de mis entrañas
(Sal 21,15 - R).
8Se secó mi vigor como una teja, * y mi lengua se me pegó al paladar (Sal 21,16).
9Y me dieron hiel para mi comida, * y en mi sed me dieron vinagre (Sal 68,22).
10Y me llevaron al polvo de la muerte (cf. Sal 21,16), * y aumentaron el dolor de
mis llagas (Sal 88,27).
11Yo dormí y me levanté (Sal 3,6 - R), * y mi Padre santísimo me recibió con
gloria (cf. Sal 72,24).
12Padre santo (Jn 17,11), sostuviste mi mano derecha ' y me guiaste según
tu voluntad, * y me recibiste con gloria (Sal 72,24 - R).
13Pues, ¿qué hay para mí en el cielo?; * y fuera de ti, ¿qué he querido sobre la
tierra? (Sal 72,25).
 
14Mirad, mirad, porque yo soy Dios, dice el Señor; * seré ensalzado entre las
gentes y seré ensalzado en la tierra (cf. Sal 45,11).
15Bendito el Señor Dios de Israel (Lc 1,68), que redimió las almas de sus siervos
con su propia santísima sangre, * y no abandonará a ninguno de los que esperan en él
(Sal 33,23 - R).
16Y sabemos que viene, * que vendrá a juzgar la justicia (cf. Sal 95,13 - R).
Vísperas
Antífona: Santa Virgen María
Salmo VII
1Pueblos todos, batid palmas, * aclamad a Dios con gritos de júbilo (Sal 46,2).
2Porque el Señor es excelso, * terrible, Rey grande sobre toda la tierra (Sal 46,3).
3Porque el santísimo Padre del cielo, nuestro Rey antes de los siglos, * envió a su
amado Hijo desde lo alto y realizó la salvación en medio de la tierra (Sal 73,12).
4Alégrense los cielos y exulte la tierra, ' conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se
alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos (Sal 95,11-12).
5Cantadle un cántico nuevo, * cantad al Señor, toda la tierra (Sal 95,1).
6Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, * más temible que todos los
dioses (Sal 95,4).
7Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ' ofreced al Señor gloria y honor, *
ofreced al Señor gloria para su nombre (Sal 95,7-8).
8Ofreced vuestros cuerpos ' y llevad a cuestas su santa cruz, * y seguid hasta el
fin sus santísimos preceptos (cf. Lc 14,27; 1 Pe 2,21).
9Tiemble en su presencia la tierra entera; * decid entre las gentes que el Señor
reinó desde el madero (Sal 95,9-10 - G/R).
Hasta aquí se dice a diario desde el Viernes Santo hasta la fiesta de la Ascensión. Y en la fiesta de la Ascensión se añaden estos versículos:
 
10Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del santísimo Padre en el cielo;
elévate sobre el cielo, oh Dios, * y sobre toda la tierra, tu gloria (Sal 56,12).
11Y sabemos que viene, * que vendrá a juzgar la justicia (cf. Sal 95,13 - R).
Y adviértase que, desde la Ascensión hasta el Adviento del Señor, se dice a diario y del mismo modo este salmo, a saber: Pueblos todos, con los sobredichos versículos, diciendo Gloria al Padre allí donde se termina el salmo, a saber: que vendrá a juzgar la justicia.
Adviértase que los sobredichos salmos se dicen desde el Viernes Santo hasta el domingo de Resurrección. También se dicen desde la octava de Pentecostés
hasta el Adviento del Señor y desde la octava de la Epifanía hasta el domingo de Resurrección, exceptuados los domingos y fiestas principales, en que no se dicen; por el contrario, se dicen todos los otros días.
Parte II
Para el tiempo pascual
En el Sábado Santo, a saber, acabado el día del sábado
Completas
Antífona: Santa Virgen María
Salmo VIII
1Oh Dios, ven en mi auxilio; * Señor, date prisa en socorrerme.
2Queden confundidos y avergonzados * los que buscan mi alma.
3Que retrocedan y se ruboricen * los que me desean males.
4Que retrocedan al punto ruborizados * los que me dicen: Bravo, bravo.
5Que se gocen y se alegren en ti todos los que te buscan, * y digan siempre:‘Magnificado sea el Señor’, los que aman tu salvación.
6Mas yo soy necesitado y pobre; * oh Dios, ayúdame.
 7Mi auxilio y mi libertador eres tú; * Señor, no tardes (Sal 69,2-6).
Y se dice a diario en completas, hasta la octava de Pentecostés.
Domingo de Resurrección
Maitines
Antífona: Santa Virgen María
Salmo IX
1Cantad al Señor un cántico nuevo, * porque ha hecho maravillas (Sal 97,1).
2Su diestra ha sacrificado a su amado Hijo, * y su santo brazo (cf. Sal 97,1).
3El Señor ha dado a conocer su salvación,
* ante la mirada de las gentes ha revelado su justicia (Sal 97,2).
4En aquel día envió el Señor su misericordia, * y de noche su cántico (Sal 41,9).
5Éste es el día que hizo el Señor, * exultemos y alegrémonos en él (Sal 117,24).
6Bendito el que viene en el nombre del Señor; * Dios es Señor, y él nos iluminó
(Sal 117,26-27).
7Alégrense los cielos y exulte la tierra, ' conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se
alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos (Sal 95,11-12).
8Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ' ofreced al Señor gloria y honor, *
ofreced al Señor gloria para su nombre (Sal 95,7-8).
Hasta aquí se dice a diario desde el domingo de Resurrección hasta la fiesta de la
Ascensión en todas las horas, excepto en vísperas y en completas y prima. Y la noche de la Ascensión se añaden estos versículos:
9Reinos de la tierra, cantad a Dios, * cantad un salmo al Señor (Sal 67,33).
10Cantad un salmo a Dios, que se eleva sobre los cielos, * hacia el oriente (Sal
67,33-34).
11He aquí que lanza él su voz, su voz poderosa: ' Dad gloria a Dios en Israel; * su
 magnificencia y su poder en las nubes (Sal 67,34-35).
12Admirable es Dios en sus santos; * el Dios de Israel dará poder y fortaleza a su
pueblo; bendito sea Dios (Sal 67,36). Gloria.
Y adviértase que este salmo se dice a diario desde la Ascensión del Señor hasta la octava de Pentecostés, con los sobredichos versículos, en maitines, y en tercia y sexta y nona, diciendo Gloria al Padre allí donde se dice: bendito sea Dios, y no en otro lugar.
Adviértase también que se dice del mismo modo sólo en maitines de los domingos
y fiestas principales, desde la octava de Pentecostés hasta el Adviento del Señor, y desde la octava de Epifanía hasta el Jueves Santo, porque en este día el Señor comió la pascua con sus discípulos; igualmente, cuado se quiera, se puede decir otro salmo en maitines o en vísperas, a saber: Te ensalzaré, Señor, etc.
[Sal 29], como está en el salterio; y esto desde el domingo de Resurrección hasta la fiesta de la Ascensión, y no más allá.
Prima
Antífona: Santa Virgen María
Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, como antes [Sal III]
Tercia, Sexta y Nona
Se dice el Salmo: Cantad, como antes [Sal IX]
Vísperas
Salmo: Pueblos todos, como antes [Sal VII]
Parte III
Para los domingos y fiestas principales
Comienzan otros salmos que dispuso igualmente nuestro muy bienaventurado padre Francisco, que han de decirse, en lugar de los sobredichos salmos de la pasión del Señor, los domingos y las fiestas principales, desde la octava de Pentecostés hasta el Adviento, y desde la octava de Epifanía hasta el Jueves Santo; entiende bien que se han de decir ese día porque es la pascua del Señor.
Completas
Antífona: Santa Virgen María
Salmo: Oh Dios, ven en mi auxilio, como está en el salterio [Sal VIII]
Maitines
Antífona: Santa Virgen María
Salmo: Cantad, como antes [Sal IX]
Prima
Antífona: Santa Virgen María
Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, como antes [Sal III]
 
Tercia
Antífona: Santa Virgen María
Salmo X
1Aclamad al Señor, tierra entera, ' decid un salmo en honor de su nombre, * dadle
gloria en alabanza suya (Sal 85,1-2).
2Decid a Dios: Qué terribles son tus obras, Señor; * por la grandeza de tu fuerza,
te adularán tus enemigos (Sal 65,3).
3Que toda la tierra te adore y salmodie para ti, * que diga un salmo en honor de tu
nombre (Sal 65,4).
4Venid, oíd y os contaré, todos los que teméis a Dios, * cuánto ha hecho él a mi
alma (Sal 65,16).
5A él clamé con mi boca, * y lo alabé con mi lengua (Sal 65,17 - R).
6Y desde su santo templo escuchó mi voz, * y mi clamor llegó a su presencia (Sal 17,7)
7Bendecid, pueblos, a nuestro Señor; * y haced que se oiga la voz para su alabanza (cf. Sal 65,8).
8Y serán benditas en él todas las tribus de la tierra,
* todos los pueblos lo engrandecerán (Sal 71,17).
9Bendito el Señor, Dios de Israel (Lc 1,68), * el único que hace grandes maravillas
(Sal 71,18).
10Y bendito su nombre glorioso para siempre; * y toda la tierra se llenará de su
gloria. Amén, amén (Sal 71,19).
 
Sexta
Antífona: Santa Virgen María
Salmo XI
1Que te escuche el Señor en el día de la tribulación, * que te proteja el nombre del Dios de Jacob (Sal 19,2).
2Que te envíe auxilio desde el santuario, * y que desde Sión mire por ti (Sal 19,3).
3Que se acuerde de todos tus sacrificios, * y que tu holocausto le sea grato (Sal19,4).
4Que te conceda lo que tu corazón desea, * y que confirme todos tus designios (Sal 19,5). 
5Nos alegraremos en tu salvación, * y en el nombre del Señor Dios nuestro seremos engrandecidos (Sal 19,6 - R).
6Que el Señor colme todas tus peticiones; ' ahora conozco que (Sal 19,7) el Señor
envió a Jesucristo, su Hijo, * y juzgará a los pueblos con justicia (Sal 9,9).
7Y el Señor se ha hecho refugio de los pobres, ' ayuda oportuna en la tribulación;* y que esperen en ti los que conocen tu nombre (Sal 9,10-11 - R).
8Bendito el Señor, mi Dios (Sal 143,1), ' porque se ha hecho mi protector y mi
refugio * en el día de mi tribulación (Sal 58,17).
9Ayuda mía, a ti te salmodiaré, ' porque tú, oh Dios, eres mi protector, * Dios
mío, misericordia mía (Sal 58,18).
 
Nona
Antífona: Santa Virgen María
Salmo XII
1En ti, Señor, esperé, no sea confundido para siempre; * en tu justicia líbrame y
sálvame (Sal 70,1-2).
2Inclina a mí tu oído, * y sálvame (Sal 70,2).
3Sé tú para mí un Dios protector ' y un lugar fortificado, * para que me salves (Sal
70,3).
4Porque tú, Señor, eres mi esperanza, * mi confianza, Señor, desde mi juventud
(Sal 70,5).
5En ti estoy apoyado desde el seno materno, ' desde el vientre de mi madre eres tú
mi protector; * en ti está siempre mi canción (Sal 70,6).
6Que se llene mi boca de alabanza, ' para que yo cante tu gloria, * tu grandeza todo el día (Sal 70,8).
7Escúchame, Señor, porque tu misericordia es benigna; * mírame según la inmensidad de tus misericordias (Sal 68,17).
8Y no apartes tu rostro de tu siervo; *escúchame enseguida, porque estoy atribulado (Sal 68,18).
9Bendito el Señor, mi Dios (Sal 143,1), ' porque se ha hecho mi protector y mi
refugio * en el día de mi tribulación (Sal 58,17).
10Ayuda mía, a ti te salmodiaré, ' porque tú, oh Dios, eres mi protector, * Dios
mío, misericordia mía (Sal 58,18).
 
Vísperas
Antífona: Santa Virgen María Salmo: Pueblos todos, como antes [Sal VII]

“El Jueves santo en los Escritos de san Francisco de Asís”

Jesús, antes de su pasión gloriosa, se reunió con sus discípulos el jueves santo, en el cual, según la versión de Juan, mostró su amor en “el lavatorio de los pies”.



La vida de Francisco no era más que una imitación verdadera de Nuestro Señor Jesucristo, no en un nivel ideológico, sino en el plano de la vida cotidiana -vivida-. Podemos encontrar muchos elementos de esta similitud entre la vida de Francisco y de la vida de Jesús. Por ejemplo uno bien conocido: el de Greccio en 1223 en la que Francisco representó el nacimiento del Salvador, en modo particular y tocante, durante la celebración eucarística. Dado que en aquella época había la distancia entre el misterio celebrado en la liturgia y la capacidad de la gente común para percibirlo. Francisco quería explicar en un modo teatral la  teología del misterio celebrado de una manera tangible. Por lo tanto, en Greccio, Francisco introduce a los animales en escena, y adapta el pesebre para el uso litúrgico, convirtiéndolo en un altar. Otro signo es lo que sucedió el día del tránsito que mencionaré más adelante.
Francisco nos muestra el profundo valor del itinerario humano hacia la unidad perdida a causa del pecado. Francisco nos mostró a través de su modelo que nuestra vida debe ser un ‘Jueves Santo’, como camino de preparación, en la que el Señor Jesús mostró a los discípulos tres vías que conducen a la unidad, explicada en el capítulo 17 del Evangelio según San Juan, entre el hombre mismo, con los demás y con Dios, a saber: el amor fraterno, con especial referencia al acto de Jesús lavando los pies de sus discípulos, la Eucaristía en el contexto de la cena de Pascua y el ministerio sacerdotal .
I. El amor fraterno
 

El amor fraterno es el nuevo mandamiento de Jesucristo, dado en la Última Cena a sus discípulos, diciéndoles: “Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado, así os améis unos a otros” (Jn 14:34). Pero antes de dar tal mandamiento, y antes del manifiestarlo plenamente en la cruz, mostró a sus discípulos lo que era el camino sagrado del amor divino, con el lavatorio de los pies.
El evangelista en el Cap.13, antes del lavatorio de los pies, dice: “Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). El amor es creativo y ha dado lugar a un gesto de Jesús amando demasiado: “lavar los pies”. Esto se conmemora litúrgicamente cada Jueves Santo, cuando el celebrante  hace exactamente todos los gestos hechos por el divino maestro: “se levantó de la mesa, se quitó su manto, tomó una toalla, echó el agua y comenzó a lavarles los pies” (cf. Jn 13, 4-5). Estas acciones indican que Jesús se convierte en un esclavo para servir. Así se lleva a cabo una revelación de su kénosis, anonadamiento: el maestro, el grande, es el esclavo, el pequeño (cf. Jn 13:12-17). Francisco no es más grande que su Señor, hizo lo mismo hasta el final.
Texto escrito y traducido del italiano por
FRAY ADELMO VÁSQUEZ DIAZ
JERUSALÉN
Título original: “Il Giovedì Santo negli Scritti di San Francesco”
Puedes descargar el trabajo original en italiano aquí: Giovedi santo negli scritti di san Francesco los derechos son compartidos, puedes utilizarlo libremente, citando previamente al autor. Gracias.