martes, 19 de febrero de 2013

Las Cuaresma de San Francisco

 
En el tiempo fuerte de la cuaresma, propongo una reflexión sobre el valor de esta práctica en la vida de San Francisco de Asís, su ejemplo nos estimula a vivir bien este tiempo propicio de conversión y expectativa de la Pascua.

Para San Francisco la oración y el ayuno tiene especial lugar en su ascesis. Él nos dice en su Regla No Bulada (III,1): “Dice el Señor: 'esta clase de demonios no puede salir más que a fuerza de ayuno y oración' (cf. Mc 8,28)”. El monte Alvernia es una demostración clara de que San Francisco, al final de sus días, sentía la necesidad de lo que llamamos “ratos fuertes de oración y de una experiencia del desierto” (Charles de Foucault). Su inserción en Dios era tan fuerte y profunda, que era un hombre hecho oración.

San Francisco no se contenta de vivir la Cuaresma así dicha “Grande” o de la Redención, convocada por la Iglesia, que inicia el Miércoles de Cenizas hasta la Semana Santa en preparación a la Pascua (RegB III, 6). Creó la Cuaresma de Adviento o de la Encarnación, en preparación a la Navidad, que san Francisco hacia, y que va de la fiesta de todos los Santos a la vigilia de la Natividad del Señor. Solo estas dos eran obligatorias para todos sus frailes, escribe en la Regla (RegB III, 6): Y ayunen desde la fiesta de Todos los Santos hasta la Navidad del Señor. Sin embargo, la santa cuaresma que comienza en la Epifanía y se prolonga cuarenta días continuos, la que el Señor consagró con su santo ayuno (cf. Mt 4,2).

San Francisco personalmente hace otras tres, y todas ellas pasaba en ayunas y oraciones, apartado del mundo, para estar solo y solamente con Dios, en continuo proceso de conversión. Viviendo más profundamente el misterio de la Encarnación de Jesucristo, la Cuaresma de la Epifanía o “Benedetta” (RegNB III, 11; LM IX, 2); con esta cuaresma, San Francisco entendía hacer una relación entre el tiempo de Navidad y de Pascua. Como ya vimos, él no hace separación entre la Navidad y la Pascua, pues representan los dos polos del único misterio de salvación.

Su gran devoción por los santos y servidores celestiales hacen en él una cuaresma especial, toda propia del Poverello, que no la ha impuesto y ni menos la aconseja a sus frailes; la busca solo para sí mismo. La Cuaresma en honor a San Miguel, ayunaba devotísimamente e iniciaba el día de la Asunción (15 de Agosto), y la terminaba en el día de la fiesta de San Miguel Arcángel (29 de Septiembre). Solía decir que: “cada uno debería ofrecer alguna alabanza u ofrenda especial a Dios en honor a tan gran príncipe” (2Cel 197; LM VIII, 10, IX 3, XIII, 1.5.)

Otra devoción cuaresmal del Seráfico hermano era a los santos Pedro y Pablo; “exprimía” la comunión con la sagrada jerarquía, sobre todo, con el papa, signo de la unidad de la Iglesia. Iniciaba el día de la fiesta de los apóstolos Pedro y Pablo (29 de Junio) hasta la fiesta de Asunción (15 de Agosto), demostrando la particular devoción por María, madre y figura de la Iglesia (LM IX, 3).

Tenemos así las cinco las cuaresmas de San Francisco durante el año: esto quiere decir que cerca de doscientos días él pasaba cada año en soledad, orando y mortificándose; apartado de las personas, solo con Dios. Empleando así dos tercios de su tiempo a la contemplación y a la oración, y solo un tercio en la acción, Con una vivencia así, por cerca de veinte años ha cambiado la faz al mundo.

Los tempos litúrgicos de la Iglesia, como el Adviento, las fiestas de Navidad, la Cuaresma, las fiestas Pascuales, son momentos privilegiados del retorno a Dios, cuando reconocemos que todo es vano fuera del contexto religioso y que solo Cristo da un sentido, y un significado a nuestra vida personal.

San Francisco nos dio un grande ejemplo. Nos ha enseñado la entrada que lo condujo a hacer la experiencia del infinito amor de Dios, gracia y don especial que el Poverello tuvo dos años antes de su muerte, de participar en el sufrimiento y en el amor de Jesús Crucificado por nuestra salvación. Así nos enseña (cfr Test 4): el Señor me dio una fe tal en las iglesias, que oraba y decía así sencillamente:

Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. (Test 5)

Autor: Franciscanos Capuchinos del Norte de México

La cuaresma franciscana.

LA CUARESMA FRANCISCANA,
UNA CUARESMA COMO LA DE JESÚS
 
La Cuaresma tiene sentido cuando se la llena de contenido, no solamente cuando se la celebra porque toca, porque el calendario dice que es Cuaresma. Corremos el peligro de lo cíclico, de lo superficial. Una espiritualidad, la cristiana, la franciscana, vale si se la recrea, si se la hace nueva cada día. Hay que animarse a que la Cuaresma de este año no pase sin pena ni gloria. Francisco puede ayudarnos a vivir una Cuaresma con sentido.
1. La luz de los textos franciscanos

            Vamos a tomar un texto de las Florecillas. Aunque es un texto tardío, conserva muy bien en el fondo el espíritu franciscano. Quizá nos dé pistas para vivir bien la Cuaresma al estilo franciscano.
Capítulo VII de las Florecillas de san Francisco
Cómo San Francisco pasó una cuaresma en una isla del lago de Perusa
con sólo medio panecillo

Al verdadero siervo de Dios San Francisco, ya que en ciertas cosas fue como un segundo Cristo dado al mundo para la salvación de los pueblos, quiso Dios Padre hacerlo, en muchos aspectos de su vida, conforme y semejante a su Hijo Jesucristo, como aparece en el venerable colegio de los doce compañeros, y en el admirable misterio de las sagradas llagas, y en el ayuno continuo de la santa cuaresma, que realizó de la manera siguiente:
Hallándose en cierta ocasión San Francisco, el último día de carnaval, junto al lago de Perusa en casa de un devoto suyo, donde había pasado la noche, sintió la inspiración de Dios de ir a pasar la cuaresma en una isla de dicho lago. Rogó, pues, San Francisco a este devoto suyo, por amor de Cristo, que le llevase en su barca a una isla del lago totalmente deshabitado y que lo hiciese en la noche del miércoles de ceniza, sin que nadie se diese cuenta. Así lo hizo puntualmente el hombre por la gran devoción que profesaba a San Francisco, y le llevó a dicha isla. San Francisco no llevó consigo más que dos panecillos. Llegados a la isla, al dejarlo el amigo para volverse a casa, San Francisco le pidió encarecidamente que no descubriese a nadie su paradero y que no volviese a recogerlo hasta el día del jueves santo. Y con esto partió, quedando solo San Francisco.
Como no había allí habitación alguna donde guarecerse, se adentró en una espesura muy tupida, donde las zarzas y los arbustos formaban una especie de cabaña, a modo de camada; y en este sitio se puso a orar y a contemplar las cosas celestiales. Allí se estuvo toda la cuaresma sin comer otra cosa que la mitad de uno de aquellos panecillos, como pudo comprobar el día de jueves santo aquel mismo amigo al ir a recogerlo; de los dos panes halló uno entero y la mitad del otro. Se cree que San Francisco lo comió por respeto al ayuno de Cristo bendito, que ayunó cuarenta días y cuarenta noches, sin tomar alimento alguno material. Así, comiendo aquel medio pan, alejó de sí el veneno de la vanagloria, y ayunó, a ejemplo de Cristo, cuarenta días y cuarenta noches.
Más tarde, en aquel lugar donde San Francisco había hecho tan admirable abstinencia, Dios realizó, por sus méritos, muchos milagros, por lo cual la gente comenzó a construir casas y a vivir allí. En poco tiempo se formó una aldea buena y grande. Allí hay un convento de los hermanos que se llama el convento de la Isla (3). Todavía hoy los hombres y las mujeres de esa aldea veneran con gran devoción aquel lugar en que San Francisco pasó dicha cuaresma.
En alabanza de Cristo bendito. Amén.
Subrayamos los siguientes puntos:
1)      La Cuaresma de Francisco es como la de Jesús, tiene a Jesús dentro. Lo importante no es tanto la penitencia que hace, sino el deseo de Jesús, el afán por ponerlo en modos reales en centro de la vida.
2)      Para lograr esta “Cuaresma cristológica” habrá que usar, como Francisco, los medios del aislamiento (silencio) y la sencillez de vida. No son un fin en sí mismos, sino una herramienta ya que a Francisco no le interesa tanto la penitencia sino la realidad de Jesús.
3)      Cuando dice el texto que Francisco comió medio pan es que quiere decir que está huyendo de un ayuno orgulloso, y que quiere vivir el ayuno humilde de la vida que ha sido el ayuno del mismo Jesús que ha vivido una vida humilde y entregada.
4)      Dice el texto que se formó en aquella isla una aldea grande y buena, una comunidad. El ayuno cristiano, el que hacen Jesús y Francisco tiene que llegar a crear comunidad.
2. Derivaciones para nuestra vida franciscana

            Sacamos algunas derivaciones que nos ayuden a vivir la Cuaresma de este año al estilo franciscano:
1)      Lo más importante de la penitencia franciscana, no hay que olvidarlo, es crecer en el seguimiento y amor de Jesús. El franciscano/a no es tanto un penitente cuanto un seguidor. Que en la Cuaresma de este año crezca nuestro deseo de seguir a Jesús.
2)      Francisco nos enseña que el silencio y el ayuno se orientan a la contemplación, al ahondamiento de la fe. No son un fin, sino un medio para adentrarse en la realidad hermosa del Jesús que nos salva.
3)      La Cuaresma franciscana ha de ser Cuaresma solidaria. No es tanto la Cuaresma de quien no come, sino la del que comparte. Vivir sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir.
4)      El ayuno cuaresmal ha de llevar a crear comunidad, a hacer más fuertes nuestros lazos creyentes y humanos. El ayuno franciscano no es una práctica ascética individual, sino una escuela de fe y de solidaridad comunitaria, fraterna.
3. Una Cuaresma en el contexto de la ESEF

            No todos los contextos son iguales. Este año es el de la ESEF. Hay que mezclar esta espiritualidad cuaresmal franciscana con la vida en la ESEF:
  • Hacer del estudios de los escritos de Francisco y Clara un trabajo de descubrimiento de Jesús: Porque ellos nos dirían eso: mis textos no son importantes; yo mismo no soy importante. El importante es ÉL. Descúbrelo a través de mis textos.
  • El silencio del estudio como un silencio cuaresmal: Fecundo, por tanto, aunque tenga también su lado duro. Habitar gozosamente el silencio del estudio con un trabajo honrado, ordenado, tenaz, fiel, disfrutante.
  • Hacer del estudio y del compartir un camino de entrega: No solamente un camino de aprendizaje académico. Aprender de Francisco y Clara la hermosa lección de la entrega, lección cuaresmal y pascual.
  • La comunidad de la ESEF como una comunidad cuaresmal: Es decir, una comunidad que camina tras la Pascua, que la prepara, que la quiere vivir, que se ayuda en lo poco que se pueda a que sea realmente una pascua distinta.
Conclusión

            Animémonos a una Cuaresma con espiritualidad franciscana. Puede ayudarnos a descubrir a Jesús en modos nuevos, “alimentados”, cultivados. Es una oportunidad que tenemos por el don del amor del Padre.